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    5 síntomas de que tu turbo está a punto de fallar, y qué hacer al respecto

    • La práctica totalidad de coches actualmente a la venta equipan motores turbo. Todos los diésel usan turbos desde hace años. Lo más posible es que tu coche tenga turbocompresor. Ya os hemos explicado cómo funciona un turbo y para qué sirve. También os hemos dado consejos para cuidarlo adecuadamente y alargar su vida. En este artículo os contamos cómo detectar que el turbo está a punto de fallar, o ya fallando. Además, te enseñaremos a prevenir los fallos del turbo. Con suerte, el varapalo económico no será tan grande.
        INGESTION DE UN OBJETO EXTRAÑO POR EL ESCAPE
      Una avería de turbo acarrea facturas de cuatro cifras y en algunos casos, rotura de motor completo.
      Los turbocompresores pueden llegar a girar a 200.000 rpm, y en coches de altas prestaciones, su temperatura puede llegar a los 1.000 grados centígrados. De su buen funcionamiento depende el correcto rendimiento y eficiencia de tu coche. Los turbos y sus piezas móviles son resistentes, pero ninguna turbina soporta abusos continuados durante años sin consecuencias. Si no lo tratas bien, romperá. Así de sencillo. Y si rompe, la factura no será pequeña. De hecho, una mala rotura de turbo puede terminar con la vida de tu motor.

      Lo bueno es que antes de romper, el turbo muestra claros síntomas. Es como una enfermedad grave: detectarla a tiempo puede salvar la vida al coche. ¿Cómo puedo saber que el turbo está fallando o está a punto de hacerlo? Quédate con nosotros.

      1) Humo blanco/azulado, y alto consumo de aceite
      Si tu coche anuncia la elección de un nuevo Papa, preocúpate. El turbo está metiendo aceite en la admisión.
      Como bien sabes, todos los motores consumen aceite, aunque sea poco perceptible. Pero si el consumo de aceite de tu coche se dispara, se avecinan problemas graves. La salud del turbocompresor va íntimamente ligada al aceite del coche. Para que la turbina del turbocompresor pueda girar a 200.000 rpm, su eje gira bañado en aceite. Este eje – denominado también carrete del turbo – está rodeado de casquillos especiales, girando en su interior bañado en aceite. Estos casquillos pueden desarrollar holguras.

      Estas holguras provocan la pérdida de hermeticidad del eje, haciendo que el aceite que lo lubrica entre en la admisión y sea quemado en el interior del motor. Tu coche no ha elegido a un nuevo Papa, está quemando aceite. El aceite quemado se manifiesta en forma de un humo blanco con tintes azulados y un característico olor, emanando del tubo de escape.

      ¿Qué debo hacer?

      Parar inmediatamente, si es posible, y llamar a la grúa. Reemplazar casquillos o eje del turbo es mejor y más asequible que esperar a un fallo total del sistema. Comprueba que el motor aún tiene un nivel aceptable de aceite si has tardado en advertir la “fumata blanca”. Si los casquillos fallan de forma estrepitosa, puede producirse la temible retroalimentación. El motor comenzará a beber su propia aceite como combustible, cada vez más rápido. El motor llegará a su máximo régimen, y ahí se quedará hasta que se beba la última gota de aceite, autodestruyéndose mediante un gripaje mecánico. Es un caso extremo, pero sucede.

      2) Rendimiento inferior al normal, o tirones
      La mayor parte de turbodiésel modernos usan turbocompresores de geometría variable.
      Si tu coche tiene un turbo de geometría variable – apenas hay gasolina turbo con geometría variable, la práctica totalidad son diésel – el mecanismo que varía su geometría puede estropearse. 
      turbocompresor
      La geometría variable busca un rendimiento mayor del coche en todo régimen, modificando el ángulo de las álabes de la turbina. Este ángulo se modifica en la mayor parte de vehículos mediante un electromecanismo. A causa de las altas temperaturas generadas, el electromecanismo puede estropearse.

      La acumulación de hollín – subproducto de la combustión – también lo puede agarrotar. Este hollín – especialmente en coches diésel – puede originarse por un uso intensivo en ciudad, o una conducción habitual a muy bajo régimen. Como ya os hemos explicado, esto tampoco es bueno para los sistemas anticontaminación de tu coche. Notarás que el coche ha perdido decenas de caballos, que su rendimiento es muy inferior al habitual. Muchos coches entran en modo a prueba de fallos, y advierten de “fallo de motor” en su instrumentación.

      Si notas que el coche da tirones intermitentes, la válvula de descarga del turbo – accionada por un pulmón neumático – podría estar dañada. El coche podría entrar en modo a prueba de fallos. De nuevo, no es una avería especialmente problemática.

      ¿Qué debo hacer?

      Acude a tu taller, si el coche te lo permite. Ante la duda, llévalo en grúa y evita males mayores. En el taller descarbonizarán el mecanismo o lo reemplazarán. Por suerte, no es una avería cara y el turbo volverá a funcionar adecuadamente tras la reparación. La integridad física del motor no se vería comprometida. De forma preventiva, una descarbonización del turbo – y de la EGR, especialmente en coches diésel – es conveniente, especialmente si tu coche está entrado en años y percibes cierta merma gradual en su rendimiento.

      El reemplazo de partes de la válvula de descarga tampoco es caro.

      3) Silbidos en el vano motor
      Los manguitos y abrazaderas son piezas baratas de sustitución sencilla. Es el supuesto “menos malo”.
      Escucha a tu coche. Casi todos los fallos mecánicos pueden ser detectados prestando atención al motor, y su sonido. Si escuchas que el motor resopla, o su sonido se vuelve más “gordo” de lo habitual al acelerar, es posible que haya una pérdida de presión en el sistema. Lo más probable es que uno de los manguitos del turbocompresor – o una abrazadera – se haya aflojado o desarrollado alguna fisura. Estas fisuras pueden manifestarse sólo con alta carga, y pueden ser invisibles a simple vista, de ahí la importancia del oído.

      Algunos coches entran en modo a prueba de fallos ante pérdidas de presión en el sistema de sobrealimentación. Puede notar una merma en el rendimiento del coche, sin llegar a ser excesiva.

      ¿Qué debo hacer?

      La magnitud de la avería es pequeña, pero debe ser subsanada. Por fortuna, una nueva abrazadera metálica o un nuevo manguito no acarrea un gran coste económico. Son piezas baratas cuya sustitución es sencilla. Comprueba regularmente el buen estado de los manguitos del coche y vigila que no tienen cortes o dobleces. Si tu coche está entrado en años, considera un reemplazo preventivo de algunos manguitos. No son caros y te ahorrarás dolores de cabeza.

      4) Ruidos extraños, aullidos mecánicos y “aspiradoras” bajo el capó
      La probabilidad de daños mecánicos al propulsor es alta si las aspas de la turbina se rompen.
      Mal asunto, muy mal asunto. Si tu motor comienza a sonar como una aspiradora o produce ruidos extraños bajo aceleración, y ambos síntomas están acompañados de una pérdida patente de prestaciones, tenemos malas noticias para ti. El eje del turbo ha desarrollado holguras y las aspas de la turbina han entrado en contacto directo con su carcasa… a decenas de miles de rpm. Teniendo en cuenta su régimen de giro, su desintegración está garantizada. Esos trozos de metal acabarán en los cilindros del motor, provocando la destrucción de la mecánica.

      Sólo de pensar en trozos de metal en interior del motor – sometido a enormes presiones – debería darte escalofríos. Si tienes suerte – apagas el motor de inmediato al advertir la escabechina que se avecina – la rotura del turbo no afectará al resto del motor, pero la probabilidad de daños mecánicos a otros componentes del motor es alta en este supuesto. Algunos turbos pueden dar avisos de fallo inminente, pero hay roturas que se producen sin previo aviso, incluso rodando suavemente en autopista.

      ¿Qué debo hacer?

      Para inmediatamente, y apaga el motor. Con suerte, sólo habrá roto el turbo y no habrá afectado a otros componentes del motor. En el peor de los casos, tocará cambiar componentes vitales del motor, o incluso el motor al completo. Un turbo cuesta unos 1.000 euros, pero es la mano de obra la que incrementa enormemente el coste de la avería. Su reemplazo no es tan rápido como un cambio de aceite, ni muchísimo menos. Por eso conviene de forma periódica comprobar en taller que el turbo no tiene holguras de ningún tipo.

      Unos pocos consejos para alargar la vida de tu turbo
      Ya hemos publicado un artículo sobre consejos para cuidar tu motor turbo, a los que hoy hemos añadido varias tareas de mantenimiento preventivo, como una descarbonización del turbo o una comprobación de holguras en su eje. No obstante, lo mejor para evitar que tu turbo se vaya al cielo de los turbos es seguir estas pautas:

      Espera un par de minutos al arrancar y al llegar a tu destino, al ralentí. Esto normalizará la temperatura del turbo y evitará que el aceite del eje se carbonice, creando sedimentos y partículas abrasivas que darán al traste con el carrete y provocarán fugas de aceite. Las paradas tras una conducción en autopista son especialmente delicadas.
      Usa aceite de máxima calidad. Parece una obviedad, pero lo cierto es que el ahorro en aceites baratos – con propiedades lubricantes inferiores y deterioro rápido – queda completamente anulado por una rotura de turbo antes de tiempo.
      No le pises al coche hasta que el aceite no esté a la temperatura óptima. Cae de cajón, quieres asegurarte de que las propiedades de lubricación del aceite sean perfectas, y la viscosidad adecuada. Esto también beneficia al resto de componentes de fricción del motor.

      En Diariomotor
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