Dos años y pico después, la Sala Militar del Supremo ha desestimado el recurso presentado por el agente para evitar la sanción por desobediencia
Terminantemente prohibido «fumar y consumir comida y bebida» en los puntos de vigilancias. Agua sí. Esa era la orden que debían cumplir los guardias civiles del cuartel de La Salve, en Bilbao. La había emitido su Capitán Jefe, quien dejó copia en el tablón de anuncios del acuartelamiento.
Pero las cámaras de vigilancia grabaron a uno de sus guardias civiles fumándose un cigarro al lado de la puerta principal, zona a la que la prohibición había aludido expresamente pidiendo especial cuidado a quien le tocase trabajar en sus inmediaciones. El cigarro de la discordia era precisamente el del agente que debía custodiar la entrada principal, quien desobedeció «entre las 02:42 y las 03:01» de aquel 11 de octubre de 2014, según El Confidencial Digital.
Dos años y pico después, la Sala Militar del Supremo ha desestimado el recurso presentado por el agente para evitar la sanción que debía acatar por desobediencia, esto es, un mes de suspensión de empleo y sueldo.
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Más que un cigarro Además de por el pitillo, el agente de La Salve fue acusado también de charlar con uno que pasaba por allí y con otro guardia civil que resultó ser su hermano. Acusado porque aquella orden que se dio desde las alturas no permitía entrar «en conversación con compañeros u otras personas».
El hermano de este guardia civil era precisamente quien debía sustituirle en su trabajo de vigilancia. Curioso es que a este, al hermano, también se le abrió «otra causa por acudir a un servicio de vigilancia en condiciones de embriaguez o de un estado similar de alteración de conciencia». Todo el mismo día.