Un conductor húngaro destrozó su Ferrari recién estrenado en una calle de Budapest después de emocionarse más de la cuenta con el acelerador. ¡Menudo desastre!
Los coches de gran cilindrada tienen sus dificultades. No, no hablamos de los problemas que nos pueden causar gastarnos una millonada en ellos. Nos referimos a que su conducción puede hacer que nos vengamos arriba y que el karma nos acabe mandando un mensaje de que no conducimos tan bien cómo pensamos.
Eso es lo que le ocurrió hace un par de días a un conductor húngaro que acudió felizmente a un concesionario dispuesto a adquirir un Ferrari al que le había echado el ojo hace un tiempo. ¿Su precio? 1.400.000 euros. ¡Casi nada! Sí, lo miró por dentro y le convenció. ¡Tiene que llevárselo sí o sí!
Y vaya que si lo hizo. En cuanto salió del concesionario, quiso probar la gran cilindrada del vehículo. "¡Menuda pasada!", debió pensar. Y pasó lo que pasó. Que el acelerador se pisó accidentalmente más de la cuenta y se estrelló con el primer coche que se cruzó en su camino. ¿El resultado? El coche quedó prácticamente siniestro.