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    Convirtió su Citroën 2CV accidentado en una moto para sobrevivir al implacable Sahara

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      Emile Leray estaba haciendo un viaje en solitario en Marruecos, en el lejano año 1993. Circulando por el sur de Marruecos – entonces en conflicto armado con el Sahara Occidental – sufrió un accidente con su Citroën 2CV que le impedía continuar su camino. Quiso evitar un puesto fronterizo circulando campo a través y una piedra terminó con su suerte. Solo en medio del Sahara, construyó una moto improvisada con los restos de su 2CV y salvó su vida. Esta es la apasionante historia del conocido como mecánico más extremo del mundo.

      Un problema fronterizo que estuvo a punto de acabar con su vida

      El Citroën 2CV era considerado en la África francesa “el camello de acero”, fiable y duro si era tratado correctamente.
      Emile Leray viajaba por el sur de Marruecos en solitario con su Citroën 2CV. Al abandonar la ciudad de Tan Tan, se encontró una patrulla militar en la carretera, que le cerró el paso al ser una zona controlada por el Frente Polisario. Le instaron a regresar a Tan Tan, ofreciéndose ellos a conducir el coche de vuelta. No era común ver a viajeros extranjeros solitarios en la zona, y menos con coche propio. Leray sospechó que había segundas intenciones en la amabilidad de los soldados y dió media vuelta rápidamente.

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      Alegando un problema de seguros que no le dejaba llevar a nadie más a bordo, Leray abandonó a los soldados y se dispuso a dar un rodeo campo a través para evitar la zona restringida. Una piedra oculta destrozó el brazo de la suspensión delantera derecha, impidiendo el movimiento del coche. Leray estaba en una zona del desierto por la que no pasaba nada ni nadie, demasiado lejos para ir caminando a cualquier punto civilizado y con víveres/agua para sólamente unos 10 días. Se dió cuenta de que estaba en serios aprietos.

      La boca del depósito de combustible fue usada como pata de cabra improvisada para esta peculiar moto.

      Leray tenía entonces 43 años, y tras haber vivido en Mali podría decirse que se había doctorado en mecánica africana, tras trabajar en diversos talleres de Bamako durante años. Tras ver que la avería no tenía solución posible con sus herramientas – alicates, llaves fijas, alambre, martillo, un corta chapa, un pequeño serrucho y un tornillos – decidió construir una moto con las piezas aprovechables de su maltrecho 2CV. Una genialidad desesperada que sólo hace unos pocos años salió a la luz pública.

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      Lo primero que hizo fue separar la carrocería del chasis. Con sus calcetines se hizo unos guantes improvisados y usaba la carrocería del coche para protegerse de las tormentas de arena y guarecerse de las gélidas noches del Sahara. Las soluciones que empleó el señor Leray para construir la moto que le llevaría de vuelta a la civilización dejan a McGyver a la altura del betún, no me cabe duda alguna. Acortó el chasis del 2CV -reduciéndolo a la parte central únicamente – y colocó el motor en medio.

      Leray retuvo la matrícula original del Citroën 2CV para evitar problemas con los guardias fronterizos.

      La rueda delantera era la única beneficiada de algo de suspensión, y la trasera era la encargada de la propulsión. El motor transmitía la fuerza a la rueda de forma similar a las clásicas Vélosolex: el tambor de freno giraba directamente sobre el neumático. El tambor derecho estaba bloqueado con un cinturón para que el diferencial abierto transmitiese toda la fuerza al tambor motriz. Esta solución le permitía circular a una velocidad de unos 20 km/h como máximo, suficiente para alcanzar la salvación.

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      Fuente original: Diariomotor.com


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